Las harinas son una parte confusa de la dieta diaria: a todos nos gustan, pero tenemos miedo de comerlas porque pueden ser difíciles de digerir y terminan convirtiéndose en grasa almacenada.
Según la Dra. Phoenyx Austin, especialista en nutrición y belleza, esto ocurre porque las harinas disparan rápidamente los niveles de azúcar en nuestra sangre, lo que causa que se sobrepase nuestra capacidad para consumir carbohidratos y que empecemos a almacenar grasa en lugar de quemarla. Para resolver este tema, no necesariamente hay que cortar el consumo de harinas, sino que debemos aprender a diferenciar qué tipo de carbohidratos son los más saludables para nuestra dieta.
Comúnmente escuchamos que los carbohidratos pueden ser complejos o simples, según los nutrientes que aportan. Pero ahora el interés está en saber cómo es el proceso de absorción de estos alimentos, por eso se diferencia entre carbohidratos lentos y rápidos.
Los carbohidratos lentos son procesados por el organismo con mayor facilidad y manteniendo estables los niveles de azúcar en la sangre. Son fabricados por la naturaleza, son saludables, nos quitan el hambre, mejoran nuestro estado de ánimo y la concentración. Los podemos encontrar en las lentejas, garbanzos, maní, espinaca, brócoli, col, avena, arroz integral, manzana, pera y durazno.
En cambio, son los carbohidratos rápidos de los que hay cuidarse porque disparan los niveles de azúcar y terminan ocasionando el almacenamiento de grasa, sobre todo en la zona media.
Además, estudios recientes han demostrado que en las mujeres, consumir este tipo de productos (como pan, pizzas y arroz) duplica las probabilidades de sufrir una enfermedad al corazón. Algunos ejemplos de carbohidratos rápidos que se deben evitar son el pan blanco, gaseosas y postres a base de harina.