El ojo de gallo es una especie de callo formado entre dos dedos de los pies, en la unión entre ambos. La localización del mismo provoca que sea bastante doloroso e incómodo, ya que la fricción de los dedos al andar empeora sus síntomas. También se le conoce bajo el nombre clínico de hemaloma interdigital.
Como se ha apuntado, el ojo de gallo aparece fundamentalmente por la fricción entre los dedos, ya sea por un zapato que nos apriete demasiado en la parte delantera o por una deformación de los huesos de esta zona. Para detectarlo, aunque podría verse a simple vista, se recurre a una radiografía con el objetivo de descartar que esté provocado por otros asuntos.
Además, esta misma radiografía nos dará pistas sobre si el ojo de gallo ha aparecido por un calzado inadecuado o por el roce de los huesos de los dedos de los pies.
TRATAMIENTO DEL OJO DE GALLO, ¿NECESITAREMOS CIRUGÍA?
En la mayoría de las ocasiones, el ojo de gallo termina requiriendo una intervención médica, excepto si se advierte que el problema está en el uso continuado de un tipo de zapato que favorece la formación de estas callosidades (en ese caso, podría aparecer entre diferentes dedos).
Para estas situaciones, se recomendará un calzado de horma ancha y el uso de geles que favorezcan la desaparición del hemaloma interdigital.
Sin embargo, si el callo se formó debido a nuestras características óseas, volverá a aparecer con el tiempo, por lo que cuidar el calzado o utilizar siliconas es solo una solución temporal. La solución definitiva pasa por una pequeña cirugía.
¿EN QUÉ CONSISTE LA CIRUGÍA PARA TRATAR EL OJO DE GALLO?
Si tu médico te ha recomendado una intervención quirúrgica, seguramente habrá optado por la llamada cirugía percutánea. Se trata de un tipo de operación menor que no requiere de ingreso hospitalario. Se provoca una pequeña incisión de apenas 3 milímetros en la zona afectada. A través de este microcorte, se introduce una lima con la que se limará parte del hueso para evitar que siga rozando.
La cirugía es tan sencilla que no supone ningún problema para que el paciente camine el mismo día de la intervención. Además, tampoco existe ningún tratamiento concreto para la rehabilitación. Normalmente, el paciente estará totalmente recuperado en dos o tres semanas y no debería volver a sufrir esta molestia que, si bien no es grave, puede llegar a ser muy incómoda y dolorosa.