El presidente de EE UU, Donald Trump, y el líder norcoreano, Kim Jong-un, comenzaron este jueves su segunda jornada de conversaciones en Hanói para tratar de llegar a un acuerdo que impulse el proceso de desarme nuclear en la península coreana. Ambos han vuelto a expresar, como hicieron en su cena el miércoles, su optimismo por conseguir lo que Kim ha descrito como “buenos resultados”.
El encuentro comenzó a la hora exacta prevista, a las nueve en punto (03.00 hora española). Sentados ante un fondo de banderas de ambos países, ambos se apretaron las manos con cordialidad. Trump insistió en que la meta es conseguir un buen acuerdo, no acelerar el proceso y estropear los posibles resultados por un falso sentimiento de urgencia. “Queremos hacer lo correcto. La velocidad no es importante”, insistió en varias ocasiones.
Por su parte, el mandatario norcoreano sorprendió a propios y a extraños al aceptar una de las preguntas gritadas por el grupo de periodistas presentes en la sala del hotel Metropole donde se desarrolla la reunión. “Tengo el sentimiento de que vamos a lograr buenos resultados”, declaró Kim, en lo que posiblemente sea la primera vez que contesta a periodistas extranjeros.
Los dos líderes mantendrán primero una reunión a solas, por espacio de 45 minutos, asistidos únicamente por sus intérpretes. Más tarde se les sumarán sus respectivos equipos para una sesión negociadora de dos horas, a la que le seguirá un almuerzo de trabajo. A las 14.05 (08.05), Trump y Kim participarán en una ceremonia de firma de su acuerdo conjunto.
La agenda del presidente estadounidense concluirá con una rueda de prensa, tras la cual abandonará Vietnam, mientras que Kim continuará su estancia con una visita de Estado.
La primera reunión en Singapur, el único encuentro hasta ahora entre líderes de EE UU y Corea del Norte, se había saldado con una vaga declaración de intenciones. Desde entonces, apenas se han producido progresos en las conversaciones, debido principalmente a las grandes diferencias entre las dos partes sobre lo que significa “desnuclearización”. Para Washington, implica que Corea del Norte se deshaga de su arsenal de manera completa y verificable. Para Pyongyang, que desaparezca el paraguas nuclear estadounidense que protege a Corea del Sur y amenaza al Norte.
Entre los posibles pasos a cerrar en las negociaciones que continuarán este jueves, podría encontrarse un acuerdo para declarar el fin formal de la guerra de Corea (1950-1953), técnicamente solo detenida hasta ahora por un armisticio. Así se cumpliría una de las grandes exigencias de Corea del Norte en este proceso de negociación, además de una relajación del régimen de sanciones internacionales. Y Trump, al menos a sus propios ojos, acumularía puntos para lo que parece una de sus grandes ambiciones internacionales: lograr un premio Nobel de la Paz y emular así a su predecesor y némesis, Barack Obama. A cambio del acuerdo de paz, Kim podría conceder el desmantelamiento de su centro nuclear de Yongbyon.
A ello se le sumarían la entrega norcoreana de más restos de soldados estadounidenses caídos en la guerra -un paso que ya prometió en Singapur- y el establecimiento de oficinas de enlace en los respectivos países.