El misterioso origen de las agujetas

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Mientras corremos hay una sucesión de contracciones musculares en nuestras piernas: concéntricas y excéntricas. Estas últimas se producen al apoyar el pie sobre el suelo cuando iniciamos la zancada, produciendo una acción de frenado en los músculos extensores de la rodilla (sobre todo en el vasto interno).

Esta acción de frenado consiste en sostener el peso contra la acción de la gravedad por músculos que aunque son extensores (como el cuádriceps) se contraen en flexión para soportar el peso del cuerpo contra la superficie. Si pones tu mano sobre la parte anterior del muslo, notarás al músculo contraerse intensamente cuando te apoyas en el suelo y no tanto al impulsarte.

Esta acción de flexión soportando nuestro peso de los músculos extensores provoca una gran tensión en su estructura interna, causando a la larga pequeñas microroturas de las fibras musculares. Según pasa los kilómetros, los músculos extensores van sufriendo estas microroturas y con ellas se reduce nuestra fuerza, llega el dolor a la zona y finalmente se produce un notable descenso de nuestro rendimiento debido a la fatiga muscular.

Este proceso de microroturas, unido al proceso inflamatorio asociado, es lo que hace que entre 24 y 48 horas después del ejercicio suframos las tan conocidas agujetas (especialmente si el corredor es principiante y no ha hecho las adaptaciones musculares propias del deporte).

¿Se pueden evitar las agujetas? Sí. ¿Cómo? Por un lado, adecuando la intensidad, duración y tipo de ejercicio a nuestro estado de forma. Por otro lado, entrenando al músculo para soportar mejor la contracción excéntrica. Por tanto, un entrenamiento de fuerza bien dirigido es claramente la solución más ventajosa al problema. ¿Se pueden prevenir tomando agua con azúcar? No funciona este remedio ni aunque tomes la “pócima mágica” antes o después. ¿Hay cremas o sprays para eliminarlas? No, los inflamatorios reducen el dolor, pero no evitan las microroturas.

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