La dinastía renovada de los Agnelli, los últimos ‘reyes’ de Italia

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Marella Caracciolo, la mamma de los Agnelli, lo más parecido a una familia real que tiene Italia, fallecida el pasado día 23 en Turín a los 91 años, representaba como nadie el poder de fascinación de una estirpe que históricamente ha sido una fuente inagotable de riqueza e infortunios. Nació princesa napolitana, fue un icono de elegancia y uno de los cisnes de Truman Capote, estudió arte en la Académie de Beaux Arts de París y trabajó como fotógrafa y editora de moda. Más tarde se casó con el poderoso Gianni Agnelli, un playboy vanidoso con una extraordinaria capacidad para los negocios. A su lado tuvo una vida amarga y fascinante a partes iguales que, como la de todo el clan, estuvo marcada por la gloria y la tragedia. Mientras ostentaban el distintivo de capitanear la última gran dinastía industrial europea, el matrimonio Agnelli se desangraba en lo personal con el suicidio del principal heredero, el primogénito Edoardo en el año 2000. La familia vivió el duelo en público –dos días después del fallecimiento, Marella y Gianni acudieron a la entrega de un premio literario en la capital del Piamonte– aunque nunca habló del tema. El Avvocato murió tres años después. Marella se había apartado de la primera línea 20 años atrás.

El funeral de la matriarca discreta de los explosivos Agnelli volvió a reunir a las nuevas generaciones de la saga. Aunque de la época dorada de la estirpe queda solo el esplendor económico. Las abundantes apariciones en público, los ríos de tinta en las crónicas sociales, los días de yate con los Kennedy, los retiros radiantes en las mansiones de Marrakech y las fiestas bajo los focos con la jet set internacional han dado paso a una nueva etapa más reservada y ahora los miembros que siguen manteniendo vivo el apellido Agnelli tratan de vivir de espaldas a los focos, en la medida de lo posible.

De hecho, el heredero por excelencia, John Elkann, nieto de Gianni y Marella, era prácticamente un desconocido en Italia cuando aterrizó, con 30 años recién cumplidos, en la cúspide del imperio familiar, que en aquellos momentos estaba al borde del colapso. Su fastuosa boda en 2004 con la princesa lombarda Lavinia Borromeo —hermana de Beatrice, la mujer de Pierre Casiraghi— en la Capilla Blanca de la isla Madre del lago Maggiore fue lo que le convirtió en el centro de atención. A diferencia de su popular abuelo, la vida del actual patriarca de los Agnelli no es de dominio público. Siempre moderado, su máxima es trabajar y callar.

Allegra Agnelli, a su llegada al oficio de Marella Agnelli en Turín.

Junto a John, los principales exponentes de los últimos reyes sin corona de Italia son su hermano Lapo Elkann, el verso suelto del clan que alterna su faceta de príncipe irreverente con la de empresario de éxito; su hermana Ginevra, productora y cineasta, que trabajó como ayudante del maestro Bernardo Bertolucci en una ocasión. Y su primo Andrea Agnelli, hijo de Umberto (el hermano de Gianni) y de Allegra Caracciolo (prima de Marella) y que está al frente del Juventus desde 2010. También reservado, de pocas palabras en público y con fama de arrogante al principio, ha conseguido encandilar a los aficionados con su gestión. Fue el artífice de la compra de Cristiano Ronaldo. Su pareja, la modelo turca Deniz Akalin, que estuvo casada con la mano derecha de Andrea y director de Marketing del Juventus, Francesco Calvo, lo acompaño en todas las fases de la negociación del fichaje del jugador. Ambos fueron los anfitriones del astro portugués y su novia Georgina Rodríguez cuando llegaron a Turín el pasado verano y ahora les une una amistad cercana.

Los primos Agnelli mantienen una relación “cordial”, según su entorno. Pero las hostilidades existen en la familia y están en otro frente. Durante años la estirpe de seis generaciones y 170 herederos ha estado marcada por guerras internas. Las desavenencias más sonadas explotaron tras la muerte del Avvocato. Su única hija después de la pérdida de Edoardo, Margherita, madre de ocho vástagos: los Elkann John, Lapo y Ginevra y los cinco Pahlen, que nacieron de su segundo matrimonio con un príncipe ruso, se enfrascó en una batalla feroz con su madre por la herencia.

Madre e hija consiguieron firmar un acuerdo, casi concebido como un armisticio, en Ginebra en 2004, para acordar un reparto de la fortuna. Poco después Margherita anunció que su progenitora la había engañado y batalló por la anulación de ese pacto. Alegó que el inventario de la herencia que habían puesto sobre la mesa los administradores de los Agnelli no había sido del todo transparente y que una suculenta parte del pastel no había entrado en el reparto y estaba escondida en el extranjero.

Los tribunales dieron la razón a Marella, pero la pugna familiar nunca se solucionó. John Elkann, que no se habla con su madre desde hace años, tuvo la tarea de recomponer los lazos rotos entre parientes. En la actualidad, la paz entre los herederos es frágil y la sombra de la eterna guerra de sucesión de los Agnelli, que en Italia se vivió como una especie de Dallas transalpina, planea de nuevo sobre la saga tras la desaparición de la matriarca.

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