Irán amenaza a EE UU en el multitudinario funeral de Soleimani.

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La muerte del general iraní Qasem Soleimani en Bagdad el pasado viernes por un dron enviado por Estados Unidos ha provocado una escalada de amenazas entre ambas partes. Irán promete una “dura venganza” y el presidente Donald Trump una réplica contundente si se produce una represalia en contra de intereses estadounidenses. Teherán ha dado una primera respuesta a la crisis con su desvinculación de compromisos clave del acuerdo nuclear y sopesa sus opciones mientras la tensión recorre la región.

Un enfrentamiento directo con la primera potencia militar sería un desastre para Irán. Pero las características geoestratégicas de la región y el desarrollo de capacidades de enfrentamiento asimétrico le permiten tener alternativas sobre la mesa, pese a que las sanciones norteamericanas tras la salida de Washington del pacto nuclear en 2018 han hecho mella en la capacidad económica, y por consiguiente militar, de la República Islámica.

Las Fuerzas Armadas de Irán cuentan con 530.000 efectivos, las más numerosas de la región. El gasto militar —de entre 13.000 y 20.000 millones de dólares en 2018 según el Instituto Internacional de Investigaciones para la Paz y el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, respectivamente— le sitúan muy por debajo del gasto de Arabia Saudí, aproximadamente cuatro veces superior y a años luz del gasto estadounidense.

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Del total de efectivos, casi 350.000 pertenecen al ejército regular y 125.000 a los Guardianes de la Revolución (los Pasdarán), que constituyen la fuerza militar más poderosa y mejor pertrechada de la República Islámica. La fuerza Al Quds es el cuerpo de élite de los Pasdarán para las misiones en el exterior y dispone de 7.000 militares adiestrados para la guerra no convencional. El jefe de esta unidad informa directamente al líder iraní.

Una de las capacidades asimétricas que Irán cultiva para compensar su inferioridad convencional en varios dominios es la red de milicias principalmente chiíes que la fuerza Al Quds ha promovido en Oriente Próximo. Entre ellas, destacan Hezbolá en Líbano, las Fuerzas de Movilización Popular iraquíes, los paramilitares prorrégimen sirios y los Huthi en Yemen. Aunque estos grupos se encuentran ante graves retos locales, son conscientes de que deben cerrar filas ante el ímpetu de Estados Unidos para garantizar su supervivencia.

Para compensar su inferioridad en materia aérea (por ejemplo frente a adversarios como Israel y Arabia Saudí), Irán ha cultivado un notable programa misilístico que le sitúa en primera fila en la región en esta materia. Pese a las sanciones estadounidenses, Teherán ha logrado desarrollar durante las últimas tres décadas su propia tecnología militar, logrando impulso propio de la transferencia tecnológica china durante la guerra contra Irak a mediados de los ochenta. Se estima que dispone de al menos un centenar de misiles antibuque de diferentes tipos desplegados en el estrecho de Ormuz y el golfo Pérsico. Uno de estos misiles de clase C-801 lanzado por Hezbolá durante la guerra de Líbano de 2006 alcanzó una corbeta israelí y dejó cuatro bajas.

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Muchos objetivos estratégicos en el golfo Pérsico e incluso Israel están al alcance de los misiles iraníes. EE UU entregó en mayo del año pasado el sistema antimisiles Patriot a los países del golfo Pérsico, en especial a Arabia Saudí, para defenderlos ante la amenaza de los proyectiles balísticos y de crucero. Pero los Patriot fallaron ante los ataques híbridos de misiles y drones a las refinerías de Aramco en Arabia Saudí en septiembre del año pasado.

Irán también ha desarrollado la tecnología de los aviones no tripulados y en 2016 tuvo la oportunidad de probarlos en el campo de batalla contra el Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés), incluso usó sus bases en Siria para incursiones en el espacio aéreo israelí con el fin de evaluar las capacidades de sus productos.

A finales de los ochenta, la Marina iraní pasó de funcionar como un cuerpo del Ejército clásico para convertirse en uno incluso híbrido preparado para enfrentamientos asimétricos. La Marina iraní cuenta con casi 20.000 efectivos y, además de numerosas lanchas lanzacohetes de producción nacional, dispone de una veintena de fragatas de producción china y medio centenar de lanchas militares de tecnología sueca. A ello se suman tres submarinos rusos Clase Kilo, cuya capacidad de operar en aguas poco profundas del golfo Pérsico constituye una amenaza importante. Un sumergible de esa categoría de Corea del Norte torpedeó una fragata surcoreana y causó 46 muertos en 2010. La Guardia Revolucionaria también dispone de capacidades navales.

Para el nuevo tablero regional no todas las cartas son militares, ya que Irán se enfrenta a una guerra económica que acosa cada vez más a los sectores vulnerables, la principal base social de la República Islámica. Aunque la conmoción provocada por el asesinato inesperado de Soleimani distraiga a la opinión pública de la crisis interna, su efecto sedante no durará mucho y las autoridades iraníes, conscientes de las estrecheces económicas, ven limitado su margen de maniobra.