El testimonio de los ‘arrepentidos’ amenaza la era de poder de Netanyahu

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Los israelíes se vieron sorprendidos el mes pasado con grandes carteles en las autopistas de acceso a Tel Aviv que mostraban al primer ministro y al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, con la leyenda: “[Benjamín] Netanyahu. Juega en otra liga”. Apuntalado en el poder desde hace una década —en gran parte gracias a su relevancia internacional—, el jefe del Gobierno hebreo acababa de reunirse en el Kremlin con Vladímir Putin cuando el fiscal general de Israel puso en marcha el jueves la maquinaria legal que puede acarrearle hasta 10 años de cárcel por corrupción.

Netanyahu parecía estar blindado frente a las acusaciones de la brigada antifraude de la policía, que le ha investigado durante tres años, hasta que los interrogatorios a tres de sus excolaboradores acabaron de hacer casar las piezas del rompecabezas de un sumario de 5.700 páginas por cohecho, fraude y abuso de poder.

El afán por el control de los medios de comunicación desde el poder y una hedonista afición al lujo gratuito de Netanyahu se desprende de las declaraciones de los arrepentidos, con cuentas pendientes con la justicia, según una recopilación del diario Haaretz.

Su testimonio ha sido clave para poner en marcha la primera inculpación a un jefe de Gobierno en activo en Israel, a quien la fiscalía tacha ya de “corrupto y corruptor”. A cambio de aceptar convertirse en testigos de cargo, los tres han obtenido la promesa de una sustancial rebaja de condenas.

Ari Harow, exjefe de gabinete.
Trabajó para el primer ministro en 2009, cuando Netanyahu, que ya había ejercido el cargo entre 1996 y 1999, inició su actual decenio en el poder. Regresó al puesto en 2015, después de haber creado dos consultoras que facilitaban contactos con la Administración. Harow aprovechó su cercanía al mandatario para incrementar la facturación de sus empresas.

Durante un registro, la unidad policial anticorrupción localizó entre sus pertenencias una grabación que fue el detonante del llamado Caso 2.000. Netanyahu solicitaba al editor del diario Yedioth Ahronoth, el de mayor circulación en Israel, una cobertura favorable a sus intereses en contrapartida a medidas legales para mejorar la difusión del rotativo. Cantó de plano en 2017 a cambio de una condena de seis meses de trabajos al servicio de la comunidad y una multa de 170.000 euros.

Shlomo Filber, alto cargo.
Este abogado, que había asesorado a Netanyahu, fue nombrado en 2015 director general del Ministerio de Comunicaciones. Es el principal arrepentido en el llamado Caso 4.000, sobre los favores gubernamentales al grupo de telecomunicaciones Bezeq. El principal accionista de la compañía puso al servicio de los intereses del primer ministro y de su familia el popular portal informativo Walla.

Filber ejecutó con diligencia las directrices de Netanyahu. Tras una investigación del organismo israelí equivalente a la Comisión Nacional del Mercado de Valores, pasó dos semanas bajo arresto domiciliario como sospechoso de haber beneficiado a la firma de telecomunicaciones. El fiscal general le ha librado de la cárcel —se someterá a un tribunal administrativo disciplinario que le inhabilitará a perpetuidad para la función pública— a cambio de su testimonio inculpatorio.

Nir Hefetz, portavoz oficial.
Este periodista fue portavoz del primer ministro en 2009, y en 2014 actuó como asesor mediático de la familia Netanyahu. Era el encargado de hacer llegar al digital Walla peticiones (y rectificaciones) de cobertura informativa del mandatario y de su esposa, Sara.

Hefetz entregó a la policía los mensajes de texto que recibió en su móvil en calidad de intermediario. No está previsto que sea imputado ni que deba pagar una multa,pese a haber sido considerado sospechoso de aceptar sobornos.

En el tercer escándalo investigado, el llamado Caso 1.000, no han surgido arrepentidos, aunque algunos de los implicados han colaborado tan estrechamente con la justicia que finalmente han quedado exculpados en la investigación. Este es el caso del multimillonario israelí y productor de Hollywood Arnon Milchan, quien según la policía estableció junto a otros magnates una “línea de suministro” de lujosos regalos —puros habanos Cohiba, champán rosado francés o joyas— evaluados en 230.000 euros para Netanyahu y sus familiares.

El expresidente Moshe Katsav, condenado por violación; el anterior primer ministro, Ehud Olmert, que permaneció 14 meses entre rejas por haber aceptado comisiones inmobiliarias, y hasta un gran rabino askenazi, encausado por fraude, han pasado ya por las prisiones de Israel.

Las acusaciones agitan la campaña electoral

Dos protestas para exigir la dimisión de Benjamín Netanyahu —frente a la residencia del primer ministro en Jerusalén y en el centro de Tel Aviv— han coincidido durante el fin de semana con los primeros sondeos publicados tras el anuncio de su imputación por corrupción. A cinco semanas de las legislativas del 9 de abril, se confirma el avance de la coalición centrista Azul y Blanco, encabezada por el exgeneral Benny Gantz.

Las encuestas de intención de voto asignan al frente opositor de nuevo cuño hasta 37 de los 120 escaños de la Kneset (Parlamento) frente al estancamiento en torno a los 30 escaños del conservador Partido Likud de Netanyahu. El analista político Daniel Kupervaser destaca que los dos grandes bloques de centroizquierda y de derecha siguen prácticamente empatados. La fórmula de gran coalición entre Gantz y el Likud, presumiblemente sin Netanyahu al frente según este experto, “parece ser la única alternativa de Gobierno que no se perfila como un castillo de naipes en Israel”.

El primer ministro aún cuenta con varias cartas por jugar en la partida por su supervivencia política. Todavía tiene que hacer llegar sus alegaciones antes de que el fiscal general pueda presentar una imputación formal, en un trámite de audiencia que se retrasará más allá de las votaciones.

Netanyahu no está obligado a renunciar al cargo sin mediar sentencia firme, pero la imputación de la fiscalía ya está agitando la campaña electoral y amenaza sus expectativas de reeditar una coalición de Gobierno con todas las fuerzas de la derecha y los partidos ultrarreligiosos.

Ante la amenaza de que el cordón sanitario impuesto por la acusación del fiscal general le arrincone en el ostracismo, el líder del Likud solo parece jugar la baza de conseguir una cuarta victoria electoral consecutiva en un decenio. Si lo logra, estará en condiciones de promover una reforma legislación que proporcione inmunidad a los mandatarios en el ejercicio del cargo.

En caso contrario, puede apostar su resto a una negociación con el fiscal general —proclive a ahorrarle a los israelíes el trauma de ver cómo entra otro exjefe de Gobierno en la cárcel— y dimitir a cambio de aceptar una condena que no implique ingreso en prisión.

El más imprevisible as en la manga se lo puede proporcionar, sin embargo, el presidente Donald Trump, apunta el columnista de la prensa israelí Ben Caspit. La Casa Blanca prevé presentar su propuesta de plan de paz con los palestinos y los países árabes tras los comicios en Israel. La experiencia como estadista internacional acumulada desde 30 años le sitúa con ventaja ante sus rivales, ninguno de los cuales puede equiparar su trayectoria política.

Nieto de un rabino e hijo de un historiador, Netanyahu (Tel Aviv, 1949) combatió en la guerra de los Seis Días (1967) y participó en operaciones de comando en la guerra del Yom Kipur (1973). Graduado universitario en EE UU, fue embajador de Israel ante la ONU, ministro de Exteriores y de Finanzas, entre otros cargos. Tras sumar casi 13 años como primer ministro, está a punto de convertirse en el jefe de Gobierno que más tiempo ha ostentado el poder en Israel y superar a David Ben Gurion, fundador del Estado.

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