El silencio rodea el accidente en el que murieron los gobernadores de Puebla

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No hay caja negra, tampoco supervivientes, ni siquiera una sola llamada de auxilio a la torre de control. El Augusta 109 se precipitó al vacío el 24 de diciembre sin dejar más rastro que una enorme cicatriz negra sobre el maizal contra el que se estrelló y los restos esparcidos del fuselaje. Habían pasado tan solo diez minutos desde que el helicóptero despegó en la ciudad de Puebla (centro de México), con la pareja más poderosa del Estado a bordo: la gobernadora, Martha Érika Alonso, y su marido, exgobernador y senador, Rafael Moreno Valle, que viajaban con el asistente de este en la Cámara, Héctor Baltazar, y los dos tripulantes, Roberto Coppe y Marco Antonio Tavera. La aeronave se desplomó una tarde en la que el clima parecía idóneo y con “los motores funcionando”, según asegura a EL PAÍS Heriberto Salazar, presidente del Colegio de Pilotos Aviadores de México, un organismo que participa en la investigación del siniestro. Lo que descartaría que un fallo en ellos hubiese sido la causa de la tragedia.

Todo estaba en regla, según el Gobierno mexicano. La empresa que lo alquilaba cumplía con todos los requisitos, el aparato tenía el certificado de aeronavegabilidad vigente y también respetaba la legislación la firma encargada de realizar las verificaciones mecánicas. Al piloto lo acreditaba un buen historial de horas de vuelo y había realizado los descansos necesarios. No había tormentas, ni fuertes vientos. Y la aeronave, un aparato de 2011, era relativamente reciente.

Dos meses después, la misma pregunta sigue rodeando el accidente: ¿qué ocurrió? El fallo mecánico centra la investigación, relata Salazar. Las escasas pruebas del siniestro se encuentran entre los restos del aluminio calcinado que quedaron tras el impacto. Los investigadores analizan si funcionaban correctamente las hélices, si hubo daños en la estructura o si tuvieron problemas en los sistemas de control de vuelo o en el de transmisión, entre otras muchas posibilidades, sin que por el momento, haya trascendido una sola evidencia que pueda determinar la causa concreta de la tragedia.

“De los pilotos ya se revisaron los expedientes y estaba todo en orden: sus licencias, sus entrenamientos y sus descansos. Aunque no se puede descartar nada, resulta realmente muy remoto que el accidente pueda deberse al factor humano. En cuanto al mantenimiento, los registros estaban aceptablemente bien, con hallazgos ligeros que no motivarían un accidente. Así que todo va enfocado hacia si falló algo mecánico”, señala Salazar.

Las piezas de la aeronave están siendo analizadas en laboratorios extranjeros sin que por el momento haya trascendido una sola conclusión de la investigación. Organismos de Canadá, Estados Unidos, Italia y Europa participan en las indagaciones que, según aseguran varios expertos consultados, podrían prolongarse más de un año e incluso terminar sin conclusión alguna. “Si no hay una manifestada tendencia hacia una causa entonces podría durar hasta dos o tres años”, cuenta Adolfo Cruz Osorio, profesor de Ingeniería Aeronaútica en el Instituto Politécnico Nacional, una de las universidades públicas más importantes del país. Mucho más allá va Salazar, que abre la posibilidad de que se trate de un siniestro del que nunca se sepan las causas y la investigación se cierre sin haber encontrado la razón del siniestro. “Si se encuentra algo [anómalo] va a ser una referencia muy vaga”, relata.

En numerosas ocasiones, la tragedia deja pistas sobre las causas y el simple relato de los hechos puede explicar lo sucedido. Pero este es un siniestro sin supervivientes, ni registro alguno de lo ocurrido en el interior de la aeronave. “Hay accidentes que se han resuelto en semanas o días como el de LaMia 2933 [que se estrelló en Colombia y en el que viajaba el equipo de fútbol brasileño Chapecoense]”, señala Eddie Miceli, consultor aerocomercial e investigador de accidentes aéreos.

La tragedia ha removido los cimientos del poder estatal. La muerte de Moreno Valle, uno de los más fuertes opositores al presidente mexicano, y de Alonso, gobernadora de uno de los pocos Estados que no ganó la formación de López Obrador en las últimas elecciones, han elevado la tensión. Los enigmas que rodean el siniestro no han hecho sino abonar el campo de batalla en el que se decide desde hace ya varios años la política local. Tras unos comicios en las que hubo acusaciones de fraude, enfrentamientos y quema de urnas, los poblanos tendrán que volver a votar el próximo 2 de junio y todo apunta a que la lucha será encarnizada.

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