Convertirse en una estrella a una edad muy temprana puede tener consecuencias perjudiciales para los actores. Eso es lo que piensa Daniel Radcliffe, quien interpretó al mago de Harry Potter en la famosa saga.
La vida de Radcliffe cambió para siempre en 2001, cuando solo tenía 12 años, y se convirtió en una estrella venerada por millones de fans. Una fama que ha desvelado no supo asimilar y le empujó al alcoholismo. «En mi caso, la forma más rápida de olvidar que estaba siendo analizado en todo momento por todo el mundo era estar muy borracho. Y cuando estás borracho, piensas: ‘Oh, la gente me mira aún más, pero es porque estoy tan borracho, así que tal vez debería beber más para ignorarlos aún más», ha explicado el actor que ahora permanece sobrio. «No hay forma de salir de eso cuando empiezas a ser tan joven», ha contado durante la presentación de los Premios de la Crítica de Televisión en California.
Radcliffe compara su experiencia con la fama y la bebida con la sufrida por Justin Bieber. «Es como cuando la gente habla de Justin Bieber yo les digo: ‘su vida debe ser muy loca ahora’. No se imaginan cuanto te puede abrumar la fama y estar tan expuesto». Y añade: » Parece que por tener un gran trabajo y ser rico no tienes derecho a estar triste o incómodo».
Ya en el verano de 2012, su nombre daba la vuelta al mundo por unas declaraciones hechas en la revista GQ en las que afirmaba que llevaba meses sin beber después de unos años de vicio y perdición alcohólica que no le hicieron feliz y que cortó de forma radical al terminar el rodaje del último Harry Potter. “Todos los adolescentes, famosos o no, descubren el mundo, salen a la calle, curiosean. Una de las consecuencias es que te vas de fiesta y te emborrachas con tus amigos. Y hay mucha presión para que lo hagas. No puedes estar con ellos en un bar y beber agua. A cierta edad, lo normal es emborracharte a muerte, y más en un país como Inglaterra, donde la gente bebe muchísimo”.
El actor, que ahora tiene 29 años, logró deshacerse de su adicción «después de algunos años y varios intentos» con la ayuda de sus amigos más cercanos. «Me desperté una mañana después de una larga noche y le dije: «No está bien», dijo el joven, quien dice que no echa de menos el alcohol. «Cuando pienso en todo el caos que estaba invitando en mi vida, me digo que ahora estoy mucho más feliz».
Nacido en Londres en 1989, hijo de un agente literario y de una directora de casting, Radcliffe comenzó a actuar en el colegio, pero su primer trabajo profesional le llegó a los nueve años. No era buen estudiante y tampoco tenía muchos amigos. Su madre, sabedora de los riesgos de la profesión, trató de impedir que entrara en ese universo, a pesar de que desde los cinco años había expresado su sueño de ser actor. Fue un amigo de la familia quien insistió para que hiciera una audición para el que sería su primer papel, una adaptación televisiva de David Copperfield, de Charles Dickens. Tras una discreta aparición en El sastre de Panamá, con Pierce Brosnan y Geoffrey Rush, quiso presentarse a la audición de Harry Potter, pero su madre no se lo permitió. Sin embargo, la casualidad quiso que David Heyman, productor de la saga fílmica, lo descubriera en un teatro al que había acudido como espectador junto a su padre, que puso todo tipo de prerrogativas.
A pesar de las dificultades, no se arrepiente ni por un momento de haberse convertido en actor y haber participado en la saga de Harry Potter. «Incluso cuando estaba deprimido, seguí amando mi trabajo. Nunca pensé: «Ojalá no hubiera sucedido».